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MÉDICOS, ENFERMEROS Y PSICÓLOGOS. POBLACIÓN PROPENSA A CONDUCTAS SUICIDAS Y AL SUICIDIO.



Médicos, Enfermeros y Psicólogos. Población propensa a conductas suicidas y al suicidio. Por NeuroBatman


Según la Organización Mundial de la Salud, algunas profesiones, como las dedicadas a la atención médica y las fuerzas armadas tienen mayores tasas de depresión, acoso laboral y suicidio.


Los médicos son profesionales propensos al suicidio. La depresión y otros trastornos mentales, y el suicidio es más frecuente en estudiantes de medicina, médicos residentes y facultativos (sobre todo, oftalmólogos, cirujanos y psiquiatras) de todos los países que en la población general. El contacto diario del médico con la enfermedad y la muerte, el estrés a que está sometido por las características de su trabajo y la frecuente aparición en este colectivo de acoso laboral explican porque este grupo de profesionales posee una elevada incidencia de trastornos depresivos.


El perfeccionismo y el sentido del deber exagerado son otros factores asociados de riesgo. Según Watson et al. (2020), la depresión es frecuente en estudiantes de medicina (16-18 %), siendo la frecuencia de ideas y actos suicidas entre 8 y 18 veces mayor que en la población general. En médicos internos, la frecuencia de depresión sube a un 27-30 (Janín, 2009).


Los médicos se suicidan entre 5 y 7 veces más que un grupo control, según Ventriglio et al. (2020). La tasa anual de suicidios en el personal sanitario no se conoce exactamente, pues estamos ante otro tema tabú; se calcula que podría oscilar entre 28 y 40/100.000 habitantes.


El síndrome de burnout, también llamado “síndrome de agotamiento” o "síndrome del quemado", es un cuadro de desgaste psicofísico relacionado con el estrés, que ocasiona pérdida emocional, despersonalización y sensación de fracaso personal y laboral. También origina diversos síntomas orgánicos, como insomnio, jaqueca, fatiga crónica e infartos de miocardio. En médicos ha sido estudiado, entre otros autores, por Singh et al. (2020), Kane (2021) y Lee et al. (2021). En este colectivo parece relacionarse con el aumento en el número de horas trabajadas, actividades preferentemente burocráticas y administrativas, defectos de integración en el grupo, objetivos centrados en la productividad, tareas inadecuadas, control laboral exagerado y baja autopercepción de competencia profesional y autoeficacia.


En médicos residentes, el síndrome parece muy frecuente. Liu et al. (2020), en médicos residentes canadienses en la especialidad de Medicina de Urgencias, encontraron que el 62 % del colectivo padece burnout y presenta además una frecuencia de ideas suicidas del 14 %; ambos trastornos no se relacionan con el año de residencia. Según Lucas Guerrero et al. (2020), el burnout afecta al 46 % de los médicos residentes españoles de Cirugía General, en los que encontraron una tasa de actos suicidas del 4.6%; además un 98 % de los residentes habían sufrido agresiones verbales o habían sentido conculcados sus derechos personales o laborales.


En una muestra de 540 médicos mexicanos, Castañeda y García (2020) refieren resultados parecidos: incidencia del burnout de un 45,9 %, con un perfil que corresponde a una persona menor de 40 años, sin pareja o con pareja que también trabaja, sin hijos, con menos de diez años de antigüedad profesional y trabajo rutinario y/o despersonalizado.


En una encuesta realizada a cirujanos ortopedistas franceses, Faiure a al. (2019) refieren que un 39 % de los encuestados presentaban síntomas de agotamiento (un 10 % de grado severo) y un 8 % de ideas suicidas, sobre todo, entre los que trabajaban exclusivamente en el sector público; ser hombre y el ejercicio privado de la profesión protegen de su aparición.


Dutlil et al. (2019), en un metaanálisis, encuentran mayor riesgo en mujeres y algunas especialidades (anestesiología, psiquiatría, medicina general y cirugía general). En mujeres con burnout calcularon una frecuencia del 1% de intentos suicidas y del 17%, con la presencia de ideas suicidas. Menon et al. (2020), en una encuesta realizada a 1,354 médicos estadounidenses, hallaron que cuando el cuadro es intenso, aumenta la frecuencia de errores médicos. El síndrome de agotamiento suele asociarse a depresión, siendo esta la principal medidora en el suicidio; la presión, de forma aislada, no aumenta los errores médicos. El informe nacional Medscape realiz (Kane 2021), basado en una encuesta a 12,000 médicos estadounidenses, pone de manifiesto que el perfil de profesionales que sufren el síndrome de agotamiento ha cambiado por especialidades durante últimos años: los más afectados ahora son los especialistas en cuidados críticos, reumatología, enfermedades infecciosas, urología (que ya estaba presente en estudios anteriores) y aparato respiratorio. Dermatología, otorrinolaringología, traumatología cirugía plástica y oncología son los especialistas menos afectados. El burnout parece que está aumentando en mujeres, puesto que, del total del colectivo médico femenino, un 56 % (en 2013, un 45%) reconocen padecerlo mientras que para los hombres se mantiene sin aparentes variaciones (36% en la actualidad y 37% 3n 2013 según la OMS). Había ideas suicidas en el 13% de los encuestados y el 1% intentó suicidarse.


Los problemas asistenciales ocasionados por la pandemia de Covid-19 están afectando no solamente a la salud mental de la población sino también al personal médico, enfermeros, y psicólogos.


Dos estudios realizados en el Hospital del Mar en Barcelona, España, afirman que el 50% de los profesionales sanitarios presentan un riesgo elevado de patología mental, un 14.5% la sufre con efectos incapacitantes y el 3.5% presenta ideas suicidas. (Diario El país, 2021). El estrés asistencial, la sensación de fracaso profesional y la impotencia para cambiar la caótica situación actual, son las causas más importantes que afectan estos hechos.


Los enfermeros también son más propensos al suicidio. Dos Santos et al. (2015) han estudiado el suicidio en este colectivo. El perfil clínico del enfermero depresivo corresponde a un casado, perfeccionista, con sobrecarga laboral, alto nivel de estrés y falta de autonomía profesional; si la depresión se asocia a una situación de acoso laboral, el riesgo es máximo.


En todas las épocas, los militares son un colectivo en el que se producen frecuentemente actos de suicidio altruista y por honor. Otra forma frecuente de suicidio en este colectivo es el causado por estrés postraumático, que afecta a los veteranos de guerra; entre los procedentes de la guerra de Vietnam afectó a un tercio del colectivo, hecho que se ha repetido en todos los conflictos armados recientes. En los E.E.U.U. los veteranos de las fuerzas armadas y los veteranos de guerra, alcanzan el 20% del total de los suicidas (Clayton 2018).


Es muy difícil conocer datos exactos sobre su frecuencia, ya que, en muchos casos, en los cuarteles, los suicidios se imbrican y pueden tomar uno u otro aspecto según intereses del momento.


La importancia de los trastornos mentales en la etiopatogenia del suicidio ha sido reconocida desde siempre.


La existencia de trastornos mentales es posiblemente el factor de riesgo de mayor peso. Las mujeres padecen con más frecuencia trastornos de ansiedad y cuadros depresivos, mientras que los varones son más propensos al abuso de drogas (incluidos fármacos) y conductas antisociales. Por lo que las conductas suicidas son más impulsivas, agresivas y consumadas en estos últimos. La depresión es, para cualquier persona uno de los más fuertes factores de riesgo, pues aumenta a decir de la OMS hasta veinte veces más el riesgo suicida. El segundo problema es el padecimiento de esquizofrenia (que aumenta hasta nueve veces el riesgo suicida) y el trastorno límite de la personalidad (en el que es muy raro que a lo largo de la vida no aparezcan uno o varios episodios de autoagresión). En personas mayores de 65 años, la depresión y algunas demencias, unidas al aislamiento social y problemas orgánicos de salud, hacen que este colectivo sea considerado como un grupo de riesgo.


El consumo de tóxicos (politóxicos), con mucha frecuencia es otro factor principal de riesgo. Las nuevas drogas de diseño que son consumidas en mayor medida por la población menor a veinticinco años, suponen un enorme riesgo para esta población y es una de las principales preocupaciones en todos los planes de prevención.


En los trastornos por consumo de sustancias parece que existen perfiles clínicos de riesgo relacionados con el sexo. En un estudio realizado en Dinamarca por Adams et. al. (2021), el riego suicida aumenta en varones a quienes se les ha prescrito antidepresivos en los cuatro años anteriores al intento suicida y que han sufrido al menos un episodio de intoxicación durante ese periodo; en las mujeres era más frecuente en edades superiores a los 30 años y con episodios de intoxicación en su biografía.


La prescripción de gabapentinoides ha aumentado de forma vertiginosa durante los últimos años, situándose alguno de los integrantes de esa familia entre los quince medicamentos que más ingresos económicos procuran a nivel mundial. Actualmente, el consumo de gabapentina y pregabalina se está convirtiendo en una nueva forma de trastorno por consumo de sustancias. La pregabalina es más demandada en Francia, pero la gabapentina lo es en otros países como España. El consumo de gabapentinoides puede ir asociado al consumo de drogas o manifestarse como una entidad independiente.


La pregabalina pertenece a un grupo de medicamentos que se utilizan para el tratamiento de la epilepsia, del dolor neuropático y del trastorno de ansiedad generalizada (TAG) en adultos. La pregabalina (PGBB), al igual que su predecesor gabapentina, es un análogo del ácido gamma-aminobutírico (GABA), el principal neurotransmisor con función inhibitoria del sistema nervioso central (SNC). Estructuralmente se trata de una modificación química del GABA, el (S)-3-isobultilgaba. Existen dos isómeros de los que PGBB constituye el enantiómero S el único que es farmacológicamente activo.


Por otro lado, la relación entre el consumo de benzodiazepinas y el suicidio es controvertida. Este tipo de medicamentos se prescribe frecuentemente a pacientes psiquiátricos, y la enfermedad mental, que es un factor de riesgo demostrado, supone ya un sesgo importante; posiblemente, sea el trastorno mental y no las benzodiazepinas quien aumente el riesgo de suicidio, aunque estas puedan ser un medio para suicidarse.


Otros medicamentos que pueden incrementar la frecuencia de ideas y actos suicidas, son algunos antidepresivos, anticonvulsionantes, hipnóticos, antipsicóticos como la quetiapina y antiepilépticos como levetiracetam.


El estado de salud biológica influye directamente sobre la salud mental. Cualquier enfermedad importante origina una situación personal de inseguridad, temor, ansiedad y cambio de actitud ante la vida y la muerte, una verdadera conmoción anímica que crea una situación favorable para el suicidio.


Todas las enfermedades incapacitantes (de cualquier tipo), el cáncer, y las que cursan con dolor de difícil tratamiento u originan estrés crónico, aumentan la frecuencia del suicidio, sobre todo, cuando se asocia a la falta de apoyo familiar o edad avanzada.


La recesión económica mundial como consecuencia de la pandemia por covid-19 está afectando la salud y posiblemente en un futuro, eleve el número de suicidios. Está aumentando el nivel de estrés, el sentimiento de desesperanza, la frustración y los comportamientos violentos y antisociales.


Los grupos poblacionales de mayor riesgo son las personas sin empleo, los inmigrantes y otros colectivos desprotegidos. Según la Organización Internacional del Trabajo, la pandemia podría ocasionar en el mundo 25 millones de personas desempleadas, en el peor escenario y 5,3 en el más favorable. La actual pandemia está ocasionando un aumento en la frecuencia de enfermedades mentales, sobre todo, de cuadros depresivos, pero no parece que, por el momento esté aumentando de forma regular la tasa de suicidios.


Los cambios asistenciales obligados han propiciado un mayor desarrollo de la teleconsulta y videoconsulta, que pueden ser armas muy favorables para la prevención del suicidio y el mejor control de los enfermos con elevado riesgo suicida.


Conclusiones

Los factores de riegos son múltiples, se interrelacionan y tienen una prevalencia muy diferente según la cultura y las características psicológicas individuales.


Posiblemente la existencia de alguna enfermedad mental previa sea un factor de riesgo importante para la ejecución de comportamientos o conductas suicidas.

En el mundo, el personal sanitario (médicos, enfermeros, psicólogos) presentan una tasa elevada de suicidios en comparación a otras profesiones.


La ausencia de factores protectores y/o la presencia de factores de riego como la sobrecarga laboral, el estrés y el contacto directo con patologías pueden aumentar las probabilidades de adoptar respuestas adecuadas ante problemas emocionales y sociales.


La sensación subjetiva de bienestar material, biológico y psicológico sobre la salud mental, coadyuva para disminuir los riegos.


Finalmente, la pandemia de covid-19 ha provocado un incremento del desempleo, trastornos mentales y suicidios, problemas que, seguramente, se agudizarán a medida que los efectos de la misma no sean controlados.


 
 
 

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